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Tips de escritura que fui recolectando.

¿Qué decirles? Nadie nació sabiendo y esa es la primera lección que aprendemos.
Cuando comencé a escribir, allá por el año 2011, era un desastre. Tenía ideas y ganas, pero me faltaban las herramientas.
Hasta el momento, mi experiencia con la redacción era bastante básica: e-mails profesionales, documentación técnica, exámenes de la facultad. Nada que requiriese estilo, textos en donde el contenido era lo principal y los modos, lo secundario.
Así fue como mi primer manuscrito se convirtió en un Frankenstein. Un pequeño monstruo que, cada tanto, vuelvo a leer y corregir con lo que aprendí hasta el momento. (Todavía le tengo fe a la historia, llámenme terca XD)

Ahora bien, cuando me decidí a publicar por mi cuenta, y vi el precio de los correctores, caí en que, si no profundizaba mis conocimientos, mis lectores se iban a ir espantados.
En este tiempo, desde que salió "Entonces, me besó" y "Entonces, me abrazó", conocí a colegas con quienes aprendí muchísimo. Leí blogs, googlé a más no poder y corregí mis historias tantas veces que ya me las sé de memoria (y aun así, algunos errores se me pasaron).
El mundo de la autopublicación es complicado, desafiante, pero nos da algunas satisfacciones. Una de ellas es mirar atrás y notar cuánto hemos crecido.
En el 2017 tuve el gusto de conocer a una colega de letras, Myrian González Britos, quien me permitió involucrarme en sus historias y ayudarla con la corrección. Trabajamos a la par en su novela "Dos almas y un secreto", y de allí surgió esta lista de tips que les dejo a continuación.

Una última aclaración: NO SOY EXPERTA. No tengo título de correctora, mi aporte es sólo para comenzar y no sufrir tanto. Espero que esto los ayude a recorrer el camino hasta aquí más rápido que yo.


Una forma de empezar es diciendo que los enemigos no siempre son cosa mala. A veces, los necesitamos. Son nuestra némesis y eso que nos ayuda a mejorar y salir de la zona de confort.
Cuando escribimos tenemos un par de enemigos, los mismos no deben faltar, pero tampoco ser más y más fuertes que nuestros amigos J


  • ·    Adverbios, gerundios, participios.
  • ·       Oraciones subordinadas. Oraciones interminables.
  • ·       Conectores.


Adverbios, Gerundios y participios.

Un adverbio es una palabra que complementa a un verbo, un adjetivo, otros adverbios e incluso oraciones. Los adverbios expresan circunstancias, como pueden ser modo, lugar, tiempo, cantidad, afirmación, duda, etc., respondiendo a preguntas como ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo?, ¿de qué manera?, entre otras. Esta función es llamada función adverbial, y puede ser llevada a cabo por palabras aisladas (adverbios) o por grupos de dos o más palabras (locuciones adverbiales).
Los adverbios «malos» son los terminados en –mente. Hay que evitarlos como alma que lleva el diablo jeje. Profundamente, pausadamente, forzadamente… 
No están prohibidos, por supuesto que no. Hay momentos en que debemos recurrir a ellos, pero si en el texto abundan, molestan. 
―Te amo ―dijo y lo miró fijamente
Es común que caigamos en ellos durante los diálogos. Lo miró fijamente – ¿Cómo lo miró?: fijo –Entonces, podemos poner: Lo miró fijo.

El gerundio, en el contexto particular de la gramática, es una conjugación del verbo que demuestra una acción; pero no está definida ni por el tiempo, ni el modo, ni el número ni la persona. En castellano deriva del gerundium latino que, inicialmente, era el caso ablativo del gerundivum (participio de futuro pasivo).
Junto con el participio y el infinitivo, el gerundio es una de las formas no personales del verbo o verboides. En general el gerundio puede adoptar dos formas, la simple —por ejemplo, comiendo— y la compuesta, construida mediante el uso del verbo auxiliar haber —habiendo comido—.
De vuelta, no están prohibidos y, de hecho, los gerundios y participios se usan mucho más que los adverbios terminados en –mente. Por lo tanto, a la hora de corregir, es importante prestarles atención.
―No te creo ―dijo entornando los ojos.
―Digo la verdad ―enfatizó remarcando las palabras.
También caemos mucho en ellos durante los diálogos. La simpleza suele estar en recurrir a la estructura básica de la oración y de ahí partir. Entornando viene del verbo Entornar. La conjugación es en pasado, pues dijo está en pasado, así que, si deseamos remover el gerundio, la mejor forma de hacerlo es armando una oración Sujeto + Predicado usando ese verbo conjugado.
Entornó los ojos. 
Remarcó las palabras.
(En ambos ejemplos está el sujeto tácito. Tema del que voy a hablar en la sección amigos del escritor :P )

El participio es, en gramática, la forma no personal del verbo que este toma para funcionar como adjetivo sin perder del todo su naturaleza verbal. 
Los de la primera conjugación terminan en -ado/a y los de la segunda y tercera en -ido/a: de cantar, cantado; de temer, temido; de partir, partido
―Te amo ―dijo con expresión enamorada.
El participio se usa muchísimo y es el que casi siempre está bien de los tres. Sobre todo, porque se utiliza en la conjugación de los tiempos perfectos del español. He comido. Allí no puede ir más que un participio.
Pero cuando recurrimos a ellos en abuso, usándolos de manera adjetiva, terminan cansando un poco. No se trata de removerlos, sino de alternarlos.
―Te amo ―dijo con expresión enamorada.
―Yo también ―contestó conmovido.
Se abrazaron emocionados. Mirándose embelesados, hasta que la noche los encontró perdidos, entregados el uno al otro… 

Oraciones subordinadas. Oraciones interminables.


Una oración subordinada (también llamada oración secundaria) es una oración que depende estructuralmente del núcleo de otra oración, llamada oración principal. Es decir, la oración subordinada es una oración que es a su vez un constituyente sintáctico de otra. Y, por tanto, la oración subordinada no tiene una autonomía sintáctica (si es considerada sola) y es "subordinada" por otra, llamada principal, a través de nexos diversos según su tipología: conjunciones, pronombres relativos, adverbios conjuntivos... El procedimiento sintáctico que une ambas oraciones, principal y subordinada, se denomina subordinación o hipotaxis, y es distinto de los otros dos que existen para ligar oraciones: la coordinación o parataxis y la yuxtaposición.

Aquí, para entenderlas mejor, es imperativo googlear. Es posible que, aun así, nos queden millones de dudas.
Pero para el uso rápido del escritor-corrector, la mejor forma de detectarlas es porque son interminables. Y porque podemos encontrar más de un sujeto, más de un verbo, etc.
Conclusión, son difíciles de leer.
«que», «ya que», «el cual», «quien», «donde». Son indicios de subordinadas.
Así como el punto anterior se presentaba, mayormente, en los diálogos. Las oraciones subordinadas, coordinadas, yuxtapuestas suelen aparecer en las descripciones.
Con esto no quiero decir que no debemos usarlas, el problema radica en los excesos. Cuando estas oraciones nos hacen esclavos, el texto se vuelve ilegible. 
Como escritor y como lector queremos detalles. Somos voraces.
Supongamos que nos encontramos en la hermosa escena final, esa en que los protagonistas, luego de luchar por su amor, al fin se casan y viven felices por siempre.
Él trae el anillo.
¿Cómo era? Material, brillo, forma, piedras, tamaño…
¿Tenía historia? Lo compró, pertenecía a la familia, es nuevo, viejo, un legado, el comienzo de uno…
¿Cómo se sintió la otra persona al recibirlo? Emocionado, presionado. El metal estaba frío, tibio. Pesaba.
Y nos es imposible no querer poner todo eso en una oración.
«El anillo de oro, con esto y aquello que brillaba así y asá, el cual había pertenecido a… quien había sido tal…, me hizo sentir… algo que no experimentaba desde…cuando de chica…»
Sí. Es una exageración, pero pasa.
La mejor forma de evitarlo es recurriendo a otro de nuestros amigos: el punto.
Es preferible repetir el sujeto que llegar al final de la oración y haberlo olvidado.
El anillo de oro… (punto seguido) Perteneció a… (punto) El antepasado de mi futuro marido fue…
Y así vamos conectando toda la historia en oraciones independientes o, al menos, breves. Y volvemos a lo mismo, ante la duda, la simpleza de la oración: Sujeto + predicado.

Conectores

Una vez que terminamos de escribir, busquemos todos y ¡a eliminar se ha dicho!
Quita tantos como pueda y deja solo aquellos rebeldes, inamovibles. Van a ver que seguirán siendo una bocha.
Pero, sin embargo, no obstante, por consiguiente. 
Después, luego, tras ello, dicho eso, acto seguido.
En un texto técnico son muy útiles, en uno narrativo demuestran que nos hemos hecho lío con la explicación de la escena.
Cuando contamos algo, se sobreentiende que es lineal. Que una cosa pasa luego de la otra, y una escena es consecuencia de la anterior.
Si eso no se explica solo y debemos aclararlo, algo falla.
Tomó una taza de café y, luego, buscó el diario. – Tomó una taza de café y buscó el diario. ―Tomó una taza de café. Buscó el diario. 
Como todo lo anterior, no están prohibidos y se utilizan mucho. Solo revisa que los que queden son los imposibles de quitar.

Los amigos y aliados del escritor.


  • ·       Los puntos, comas y…PUNTO Y COMA.
  • ·       El sujeto tácito.
  • ·       La oración tradicional.

Los puntos, comas y…PUNTO Y COMA.

Imagina que cuando escribes eres el manager de un equipo. Tu equipo son las palabras y los signos de puntuación.
El punto es tu mejor amigo. El seguro. Al que recurres sin dudar. 
La coma… uf, la coma puede ser tu amiga o tu enemiga, según cómo la trates. Y es que del equipo es quien está más sobrecargada; tiene tanto trabajo que, si le das uno más, es probable que lo haga mal.
El punto y coma es ese que se la pasa tomando café en la cocina, nunca hace nada, pero cuando aparece, salva el día.
Los puntos suspensivos suelen aparecer cuando nadie los llama. Es al que mandamos a sacar fotocopias para que no estorbe.
Si los aprendes a manejar más o menos bien, tienes el equipo para salir a la cancha.
Poniéndonos serios.

El punto es el separador de oraciones y párrafos por excelencia. Las ideas claras conservan la amistad. Si debes separar acciones, usa puntos. Sencillo y complicado a la vez.
Por eso es importante no permitir que nos ganen las subordinadas. Los puntos están allí para defendernos de ellas. Si hace mucho que no usas uno, si ves muchas palabras juntas separadas por comas, entonces… llámalo a él.

La coma ―al igual que los conectores― separan oraciones, pero de manera menos clara. Y, además, la coma tiene muchos usos obligatorios, que escapan al estilo y se acercan más a la norma. 
La coma antes del pero, después del sin embargo, etc.
La coma para separar cláusulas y aclaraciones.
La coma en las estructuras Si tal cosa, la otra. Cuando lo primero, lo segundo.
La coma elíptica, que reemplaza al verbo.
La coma enumerativa.
Etc.
Si, además, le pedimos que separe oraciones, probablemente falle.
Si le podemos quitar el trabajo y dárselo al punto, hagámoslo.

El punto y coma. Siempre nos olvidamos, pero existe. El punto y coma es, mayoritariamente, estilista. Que yo sepa, es mandatorio solo en un caso, cuando la enumeración contiene de por sí, comas.
El perro, flaco y mugroso; el gato, pulgoso y agresivo; el pájaro, desplumado y enfermo. Todos murieron el mismo día.
Si reemplazo ese punto y coma por coma, me costará entender dónde termina una enumeración y comienza la otra.
El resto de los casos en que recurrimos a ella son por cohesión. Dos ideas conectadas, las separo para que sean claras ambas, para que quede en evidencia que son oraciones independientes, pero no quiero que queden tan desligadas como lo harían con el punto.
Cuando no te puedas decidir si darle el trabajo a la coma o al punto, pregúntate ¿Es trabajo para el punto y coma?

Los puntos suspensivos están de moda, pero como el animal print, si los usas mucho, queda feo.
En un texto técnico podemos usar el etcétera. En la narrativa no está prohibido, pero… los puntos suspensivos lo suplantan mejor. Otro lugar es cuando, como escribí recién, dejo la idea inconclusa. O para cuando los personajes tartamudean o vacilan. 
Nunca, jamás, termines un párrafo en puntos suspensivos. Porque los puntos suspensivos son, por definición, lo opuesto al fin.

Los demás signos no generan tantas dudas. Admiración, interrogación, ambos juntos. 

El sujeto tácito.

Un regalo de Dios a la lengua española.
En nuestro idioma existe. Es cuando no necesitamos decir quién hace la acción pues se sobreentiende.
Amémosla, venerémosla. Jeje.
Quita la mención del nombre de los personajes cada vez que puedas, borra todo los él, ella, ellos, que seas capaz. Sin miedo.

La oración tradicional.

Me recuerda a un sketch de Les Luthier ¿Qué es la oración?
La oración tiene sujeto y predicado. Y, tradicionalmente, en ese orden.
Sujeto + verbo. Él corrió.
El español es rico y flexible. Nos da tantos recursos literarios que, a veces, nos ahogamos en ellos. Por eso, ante la duda, la oración tradicional.
El verbo luego del sujeto. 

Tiempos verbales.

Por último, y fuera de tema, ni amigos ni enemigos, están las conjugaciones.
«Entonces, me besó» y «Entonces, me abrazó», como habrán notado (si los leyeron), están escritos en presente. Lo cual es, como dicen los españoles, una pasada.
El presente es tiempo verbal más fácil. Por eso es el primero que enseñan cuando aprendemos un idioma.
Desde el presente viajamos al pasado con los pretéritos, al futuro con el futuro. Fin del tema, fácil, conciso y al pie.
«Estoy sentado con la nariz a pocos centímetros del monitor». Empieza Alejo a contar en presente.
«Miro el grupo de amigos a ver qué me perdí en las... tres horas que estuve con este diseño. Martina se peleó con el novio, el novio la está acosando, se vienen a quedar a casa hasta cualquier hora». Se perdió, en el pasado. Pretérito perfecto. También puede usar el pretérito imperfecto: iba a la secundaria. Implica una acción pasada en un tiempo indeterminado. O una acción que ocurrió al momento de otra. Iba a la secundaria cuando lo conocí.
«Creo que me voy a sacar buena nota». Cuando habla del futuro lo hace con la conjugación futura clásica. Los argentinos, en particular, usamos mucho el voy a, pero podría haber dicho «Creo que sacaré buena nota».

Cuando escribimos en pasado, tenemos que llevar estas reglas con nosotros.
Nuestro presente pasa a ser pretérito perfecto/imperfecto: Fui, dije, hice, callé. Iba, decía, hacía, callaba.
Nuestro presente continuo (estoy caminando) pasa a ser pretérito perfecto/imperfecto + gerundio: estuve caminando / estaba caminando.
El pasado del pasado es el Pretérito pluscuamperfecto o antepretérito: Había ido, había dicho, había hecho, había callado.
El futuro en el pasado pasa a ser Condicional: Decidí que iría a ver a Juan.

Y eso es todo por ahora. Si les resultó de ayuda, comenten :) así sé si quieren más entradas de este tipo.
Prometo subir algo más con lo que aprendí del uso de la coma delante de las "Y" y la famosa "coma criminal".
Si les interesa algún tema en particular, me dicen.

Un beso enorme. Nos leemos,

Mónica (Gei)


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