¿Qué decirles? Nadie nació sabiendo y esa es la primera lección que aprendemos. Cuando comencé a escribir, allá por el año 2011, era un desastre. Tenía ideas y ganas, pero me faltaban las herramientas. Hasta el momento, mi experiencia con la redacción era bastante básica: e-mails profesionales, documentación técnica, exámenes de la facultad. Nada que requiriese estilo, textos en donde el contenido era lo principal y los modos, lo secundario. Así fue como mi primer manuscrito se convirtió en un Frankenstein. Un pequeño monstruo que, cada tanto, vuelvo a leer y corregir con lo que aprendí hasta el momento. (Todavía le tengo fe a la historia, llámenme terca XD) Ahora bien, cuando me decidí a publicar por mi cuenta, y vi el precio de los correctores, caí en que, si no profundizaba mis conocimientos, mis lectores se iban a ir espantados. En este tiempo, desde que salió "Entonces, me besó" y "Entonces, me abrazó", conocí a colegas con quienes aprendí muchís...
El brazalete Hola, antes que nada, me presento: mi nombre es Vadik ―shh, no se lo digan a nadie, se supone que nunca debo decir mi nombre―; soy un brazalete que vive en un viejo y sucio escobero, en El Paso, Nuevo México Los caminos que me trajeron hasta aquí son tan largos como irrelevantes. He vivido muchas vidas en muchos lugares. He conocido emperadores, zares y reyes; mendigos, viajantes y campesinos. Eso no importa ya, porque ahora estoy en el viejo escobero y esta historia no es sobre mí; es sobre Miguelito. Hacía años nadie me notaba, la última persona fue la vieja Clementina... ¡Oh! ¡Pobre vieja! Intentó advertir a todos sobre el secreto de su escobero, pero nadie la escuchó. Con su Alzheimer avanzado, sus hijos acusaron sus palabras a la enfermedad y la llevaron a un geriátrico. Allá fue mi buena Clementina y aquí quedé yo, solo otra vez. Las familias fueron y vinieron, ajenas a mí, hasta Miguelito. Creo que era por la tarde, difícil es decirlo ...